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En España se realizan los muestreos mensuales del agua de mayo a septiembre en las zonas costeras, salvo Canarias, que se extiende durante casi todo el año y de junio a septiembre en las aguas de interior. Para determinar si la calidad del agua de una playa es buena o, de lo contrario, está contaminada, se analiza la presencia de dos bacterias fecales: enterococo intestinal y Escherichia coli, medidas en «unidades formadoras de colonias» (UFC) por cada 100 mililitros de agua. Cuando se superan los 185 UFC/100 ml para enterococos y los 500 UFC/100 ml para E. coli, la calidad del agua sería «insuficiente» y se desaconseja el baño.
En ocasiones, los eventos meteorológicos extremos, como sequías, lluvias torrenciales o escorrentías, o el colapso de depuradoras y sistemas de gestión de las aguas fecales debidos a la masificación turística pueden hacer que el control de la contaminación en origen falle.
Por ello, la presencia fecal en el agua de baño obliga a cerrar una playa, lago o río de forma temporal, con advertencias a los bañistas para desaconsejar el baño.
Los riesgos de bañarse en una playa con agua contaminada
Las consecuencias más frecuentes para la salud que tiene bañarse en zonas contaminadas destacan las posibles diarreas derivadas por la presencia de enterococo intestinal y Escherichia coli, problemas digestivos, irritaciones de mucosas y de la piel o reacciones alérgicas.
Todavía es pronto para saber las secuelas a largo plazo en la salud provocadas por una exposición frecuente a los contaminantes, que afectaría sobre todo a la población local que practica deporte, pasea, toma el sol o se baña durante todo el año en una playa que puede estar contaminada.
Los riesgos para los bañistas no se limitan a la presencia de bacterias fecales, también es posible cerrar playas por picos puntuales de contaminación, circunstancias excepcionales, presencia de residuos o imposibilidad de tomar la muestra.
Los análisis también pueden observar tanto en el agua como en la arena o grava del litoral, residuos de aceites minerales, restos vegetales, sustancias orgánicas y tensioactivas, residuos plásticos, algas y macroalgas, diatomeas, cieno en descomposición, espumas, cianobacterias, medusas, presencia de cristal, madera, caucho, entre otros productos.
En 2021, la organización ecologista Surfrider Foundation Europe, que lleva 30 años analizando los residuos acuáticos, la calidad y salubridad del agua, el desarrollo costero y el impacto del cambio climático, lanzó un Manifiesto Europeo para las Aguas Saludables, en el que instaba a mejorar la vigilancia y tratamiento de los distintos tipos de contaminación, que actualmente no son controlados.
Esta contaminación puede adoptar diferentes formas: contaminación bacteriológica, con presencia en el agua de microorganismos patógenos como bacterias, virus o parásitos, procedentes de residuos urbanos, aguas residuales y escorrentías, navegación a vela o turismo de tipo crucero; contaminación química presente en el suelo, aire o ambientes acuáticos.
«En la actualidad hay más de 100.000 sustancias químicas catalogadas que incluyen metales pesados, hidrocarburos, residuos de medicamentos, pesticidas o fertilizantes», advierten los firmantes del manifiesto. Según esta organización, solo el 38% de las aguas superficiales (ríos, lagos y aguas de transición y costeras) se clasifican en buen estado químico en Europa, dato que contrasta con el 84,7% de las zonas de baño de calidad excelente del que habla el informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA).
La ONG Ecologistas en Acción elabora cada año el informe Banderas Negras, un listado con los puntos negros de nuestra costa, dos por provincia y ciudad autónoma, que suspenden cada año por su contaminación y mala gestión ambiental.
Tal y como plantea según Cristóbal López, coordinador del informe y portavoz: «hay una serie de playas que pueden tener vertidos por deficiencias en las infraestructuras de depuración , porque en verano se multiplica su población, y las depuradoras colapsan y vierten directamente al mar. El reclamo natural que ofreces, tus propios recursos naturales los destruyes por una mala gestión y eso es lo que se encuentra el turista, que no querrá volver. Es un problema no solo medioambiental, sino también económico», explica.
Cómo saber si nos podemos bañar en un una playa
Los veraneantes que tienen previsto disfrutar de alguna zona de baño autorizada pueden observar los carteles informativos en el área, que clasificarán la calidad del agua como: «insuficiente, suficiente, buena o excelente» y pictogramas con un nadador acompañado de una línea sobre su cabeza, o de una a tres estrellas, para mostrar de menor a mayor la calidad del agua.
Desde 2008 existe el sistema de información sanitario, conocido como Náyade, que reúne los datos sobre las características de las zonas de ocio acuático y la evaluación en tiempo real de la calidad del agua, con los muestreos de la temporada estival.
Los datos reunidos sirven posteriormente para elaborar tanto el Informe Nacional de Calidad de Aguas de Baño como el Informe de Calidad de Aguas en Europa, publicado por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), que monitoriza la salubridad de las áreas de baño y el cumplimiento de la normativa. En el último informe europeo (2021), que analiza 21.551 zonas de baño en la Unión Europea, sitúa a España en el puesto 13 del ranking, con un 87,4% de sus zonas de baño con calidad de agua «excelente», ligeramente por encima de la media europea.
En ocasiones podemos bañarnos en una playa sin buenos accesos, ni servicios, ni salvamento o donde ni siquiera se recomienda el baño, solo por pensar que una cala casi virgen quizá esté menos masificada y sucia que las playas llenas de turistas, pero es necesario que los bañistas estén informados de la calidad de las aguas en las que se bañan para proteger su salud.