He tardado tanto en redactar una opinión sobre los resultados de las elecciones europeas por el pesimismo y la pena que me han producido, lo confieso. La serie de artículos denominada “Elecciones…, aprendizajes para Andalucía” espero termine aquí, ya que cada vez que retomo el teclado para escribir sobre comicios en el estado español aumenta la decepción, máxime en estos días que se cumplen diez años del reinado (esta palabra suena a rancio) del heredero (ésta más aun tratándose de un cargo político) de quien llegó de la mano del dictador y se marchó a un reino absolutista, todo muy “ilusionante”. Las próximas se supone que son las andaluzas y, si seguimos así, desde mi humilde punto de vista, mal vamos.
Europa es un nido de víboras, una sartén de permanentes contradicciones. Se empeña, con la presión del tío Sam por detrás (por detrás), en no incluir a buena parte de su geografía y se afana en pelear con los europeos rusos, biolorusos o cualquier otro que se oponga al capitalismo ultraliberal proyanqui. La guerra se hace centro de la economía y de los cementerios. Se habla poco de ella y mucho de Begoña pero en los presupuestos nos hace mella, nos muerde el capítulo social e inunda las mentes, cada vez más belicistas y violentas, impotentes ante el genocidio palestino, la ocupación del Sahara o la tragedia congoleña. Por cientos mueren en el Mediterráneo y Atlántico, empobrecidos por el colonialismo, pero la política de fronteras cerradas y concertinas se mantiene. Las políticas agrícolas y de distribución de roles (centro y periferia, colonizador y colonizado) no se cuestionan. Y todo ello afecta más a unos que a otros y probablemente al pueblo andaluz de los que más, pues aquí tenemos bases militares de la OTAN que podrían ser diana de misiles, costas- barreras que atestiguan la desigualdad geopolítica y sectores económicos que profundizan en la subalternidad y provocan precariedad, pobreza y diáspora.
El conservadurismo, ése que trata que todo siga igual, atado y bien atado, ha revalidado el avance en Europa (que no en otras latitudes como América Latina o África) y su triunfo, al obtener un buen número de abstencionistas y otro buen número de votantes, en sus variadas y divididas opciones.
Que la mitad de quienes tienen el derecho a votar, esa posibilidad que nos dan cada cierto tiempo de, en un minuto, poner una papeleta en una urna (otra palabra horrorosa tratándose de participación ciudadana) entre un montón de opciones de la que conocemos cuatro o cinco, no vayan al colegio electoral, no parece importar a los poderes del Estado. Ninguno de los electos se siente menos legitimado, ni hace hincapié en una cultura de implicación en la política, de incidencia en las acciones públicas ni de la necesidad de una educación para la democracia y la ciudadanía. Pareciera que “mientras menos voten, mejor”. Decepcionante. No es de extrañar que en Andalucía sea la estrategia a seguir en los siguientes envites electorales, que la participación se trate de desactivar con sondeos y estudios previos de mayorías absolutas y que los medios den por vencedor a quien debe serlo, como ya pasó en las anteriores, y tan buenos réditos les aportó.
A pesar del mantra de “la izquierda está muy dividida” porque es muy egoísta, personalista, no sabe negociar ni gestionar y no prioriza la unión sobre cualquier otra diferencia programática o estratégica, la derecha ha estado más dividida aún, con eurodiputados de tres fuerzas partidistas o algo parecido, sin contar con los conservadores periféricos. El PP ha vuelto a ser el más votado, nadie lo niega, aunque ha perdido su absurdo y extemporáneo referéndum al sanchismo, quedando a una distancia exigua del diabólico y maldito, y con la desilusión de un asalto al ejecutivo en el corto plazo. Miran con envidia al vecino gabacho. Cómo le hubiera gustado a Feijoo, y más aún a Ayuso
y a Moreno (el risitas neoandaluz de salario en alza), que Pedro, vencido y desarmado, hubiera convocado nuevas elecciones estatales inmediatamente, como el amigo (amigo de todos, por su falso centrismo) Emmanuel. No ha podido ser, y eso que Ciudadanos (¿se acuerdan de ese partido, con un líder que se veía en la Moncloa, ¿dónde estará?) ha vuelto a sus orígenes peperos, como perrito con rabo entre las piernas (y no me refiero a la antigua foto que llevó a Albert a la fama). Si nuestro Juanma no se ve obligado en loor de líder supremo a irse a los madriles, tenemos derecha para rato, aunque pierda un poco de fuelle, si no se hace una oposición efectiva, permanente, mordaz, real y alternativa.
Vox ha aumentado su poder, su presencia y su peso, no tanto como las extremas derechas en la (Des)Unión Europea en general, pero ha mejorado su posición en la pole de la próxima carrera de fórmula 1 electoral, aunque hasta entonces quién sabe. Y lo de la fiesta (sevillano, por cierto) pues
¿qué decir?, probablemente otro intento de ciertos poderes mediáticos y empresariales (nadie puede creer que ha sido tan sólo un fenómeno de genialidad comunicativa) para empujar a la derecha a la derecha, para lanzar una advertencia al PPox y para colocar en las cabeceras de los noticieros temas como la inmigración, la corrupción del PSOE o el antifeminismo. Cómputo total: la derecha mantiene su fuerza electoral y la aumenta un poco, por más meteduras de pata, políticas negacionistas y regresivas o mensaje vacío y de letanías fake. El apoyo mediático, financiero, judicial y policial sigue teniendo su efecto. En Andalucía la desesperación de sus dolores hace que papeletas como la de los mencionados ultras se cojan sin pensar, sin leer sus postulados (programas no tienen) y sin entender que, de tener opción para gobernar, aunque sea un poquito, será para las élites, la casta de la que provienen y que dicen van a frenar, a lo Milei. Estamos al borde del abismo… y tenemos que dar un paso adelante, gritan para vernos caer.
Sorpresivamente, el PSOE se mantiene, por contra de sus pares socialdemócratas de otros países de la (Des) Unión, a pesar de su inacción, belicismo y seguidismo europeísta, aguanta el empuje del lawfare y de las campañas publicitarias (pagadas muchas con dinero público de comunidades auPPónomas). Pero sus amigos, socios, cómplices, muletas o como cada cual quiera llamarles, no han SUMAdo. Otra vez hablan de la división de la izquierda, pero el número de votos de los dos contendientes (Podemos y Sumar) es mucho menos de lo que juntas consiguieron en las anteriores. La izquierda, entendida como ente abstracto que engloba opciones progresistas, críticas con el sistema capitalista y empeñado en ampliar derechos y mejorar las condiciones de vida de las mayorías, va perdiendo fuelle. Ahora el andaluz Maíllo lidera IU, hablando de un fin de ciclo, Podemos va por libre (sin haber enganchado electorado a pesar de ser el único que ha enarbolado la bandera de la paz, tan necesaria), lo de Yolanda decae y la presencia andaluza ahí (creo que Iniciativa del Pueblo Andaluz se llaman o llamaban) más todavía. Lo de la gallega Díaz me recuerda lo vivido por estas tierras con una tal Rosa Aguilar (¿se acuerdan?), que pasó de ser la pupila privilegiada de Anguita y lideresa de IU en Andalucía a Consejera del gobierno del PSOE, alineada a sus filas. Cuidado, cuidado.
Aunque no se diga mucho en los mentideros de tertulianos televisivos, los soberanismos del norte peninsular, han mantenido el tipo y el apoyo electoral. Ahora Repúblicas es cuarta fuerza, por delante de Sumar o Podemos, Junts en solitario ha resistido con un eurodiputado y Ceus también. Sumados los tres superan el 13% de los votos, por encima de Vox, los terceros. En Galiza, Catalunya y Euskalerría están sabiendo aguantar el tirón, con coaliciones y propuestas abiertas y genéricas a favor de los pueblos pero, sea como sea, en defensa de sus territorios y naciones. No podemos decir lo mismo de Andalucía, donde Adelante (referencia de la izquierda soberanista en el Parlamento) decidió no concurrir por estrategia y la lista de independientes Ahora Andalucía con
24.163 votos, prácticamente testimoniales, muestran cómo está el andalucismo hoy en día, por debajo del Pacma o de la coalición de los Existe. Tenemos dos años para revertir la tendencia, dos años para ir barrio a barrio, pueblo a pueblo, armar plataformas, asambleas o confluencias para hablar de nuestra tierra, más allá de partidos o de papeletas, de personalismos o siglas, reanalizar
Andalucía, estructurar una propuesta creíble, participar en los movimientos sociales y de defensa de derechos, hacer una oposición clara y directa y, sobre todo, por encima de todo, reivindicar la liberación del pueblo andaluz, iniciar la emancipación y enarbolar la arbonaida. Pueblo de luz que a la gente, alma de pueblo les dimos.