Han sido más quienes han votado las opciones progresistas y nacionalistas periféricas que quienes lo han hecho por otras regresivas y españolistas, digan lo que digan e insista el PP que ha ganado las elecciones. Se acabó el bipartidismo, adiós a los parlamentos de dos colores (y algún matiz), olvídense de formar gobiernos fácilmente, salvo excepciones. Bienvenido el multipartidismo, hola a los parlamentos multicolores (con franjas de diferentes tonos), a trabajar y negociar para hacerse con el ejecutivo. Se fueron los partidos hegemónicos y llegaron los bloques de conveniencia. Hay quien no se entera, que se resiste a la evidencia y que tiene nostalgia de los rodillos.
Tratan de sustituirlos por los apoyos de los medios de comunicación (embadurnados de presupuestos institucionales), una parte importante del poder judicial (impregnados por su ideología “imparcial”), la casa real (amnistiada de sus desmanes y viéndosele el plumero cada vez más claramente) y, por lo menos, un sector influyente de las fuerzas de “inseguridad” del Estado (incómodas por sentirse cuestionadas, a pesar de tener la mordaza en sus manos para usarla a su antojo). Lo siento.
Plantearon las elecciones no como unas elecciones de ésas que cada partido presenta sus programas y la gente votamos lo que nos parece mejor. No, ya no son así. Hay quien ni tiene programa o lo resume en una hojita o copia de una ciudad a otra. No importa lo que se propone. Quienes han tenido el gobierno central dejan ver lo que van a hacer, probablemente similar a lo que hicieron. Quienes formaron gobiernos descentralizados desde mayo mostraron sus intenciones en poco tiempo, demasiado poco, sin prisas ni miramientos.
Pactaron con la extrema derecha, censuraron libros y obras de teatro, negaron la violencia machista, frenaron la recuperación de la memoria histórica, bajaron impuestos a los ricos y otras cositas más. Un despelote. No importaba, iban a ganar de todas maneras, pensaban y hasta expresaban en público con cierto punto de impunidad y mucho de desfachatez (o «fachatez»). Todos los sondeos (menos uno, que decían estaba manipulado) le daban la victoria. Se veían en los ministerios, direcciones, asesorías, equipos técnicos, auxiliares y porterías, haciendo su agosto. Tenían el número, creían que ya les tocaba. Pero el soberano, la gente que votó, se les coló en la fila.
Se inventaron el sanchismo, invento hecho de conjunto de inventos. Ni el feijoismo ni el ayusismo se antepuso, sólo servía el antisanchismo. Que viene la derecha, volvieron a decir los que no se sabe bien ya de qué son, y les funcionó. Al final el referéndum al sanchismo se convirtió en referéndum a la derechona. VOPP sí o no. Ya no fuimos a votar nuestra favorita, no antepusimos el programa adecuado, sacamos fuerza de la desilusión, ganas de la desesperanza y acudimos al plebiscito. No a la derechona. Perdieron.