La pantallita maldita del móvil se ilumina una y otra vez, el destello azul, úsame, ábreme, interactúa conmigo. Instagram, esa aplicación que te instalas y desinstalas con frecuencia en impulsos caprichosos. Entre semana la tienes activa por temas de trabajo, el fin de semana pulsas la crucecita para que desaparezca de tu pantalla. Por qué, por qué, por qué, te preguntan. No sé, para estar tranquila. No sé. Tienes un contador que te dice las horas que usas el móvil al día. Normalmente son tres o cuatro. Cuando está Instagram instalado, siempre son más. Y parece inevitable.
Es muy fácil conseguir un cuerpo como los de Instagram con esta aplicación. ¡Con un poco de tiempo al día el resultado es increíble! Entre comillas españolas y barrigas planas y perfectas aparece la frase. El anuncio de una aplicación de un challenge de esos de 28 días para que crees el hábito, para que tu cuerpo sea como tiene que ser. Más de 130.000 reproducciones en un vídeo en el que se ve a una chica perfectamente tonificada dejándose la vida contra una pared, piernas arriba, cabeza abajo. 8 minutos al día y ya lo tienes. Será que el móvil se ha enterado —no sabes cómo— de que llevas más de una semana sin ir al gimnasio. Será que ha detectado tu fracaso y ha decidido animarte, ayudarte a conseguir tus objetivos. Para que no dejes de consumir y producir, de ser la mejor versión de ti misma.
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