El abuelo nunca hablaba de política ni de religión. Pelaba higos chumbos con premura y los echaba en cubos huecos de pintura blanca. Con las manos llenas de las pequeñas astillas que deja la fruta, trabajaba su parcelita de tierra, llevaba las bombonas de butano a la gente del pueblo y en casa, de la mejor forma que sabía, hacía de padre y marido.
No sé si el abuelo, con lo bien que se conocía las calles y las plazas, con lo bien que se entendía con los vecinos –era encantador por naturaleza, con sus chistes malos y la sonrisa todo el día encendida–, sabría que, en nuestro pueblo, al lado de la calle de la Vid y de la plaza de la Soledad, en el cementerio de San Juan Bautista, había y hay tres fosas comunes. Número de identificación: 1101501. Yo, hasta día de hoy, no tenía ni la más remota idea.
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