“Mira a esa mujer de allí. Tiene 91 años y no para; es la más participativa y es muy inteligente”, comentaba uno de los responsables del Centro de Educación de Personas Adultas José Sánchez Rosa, situado en plena barriada sevillana de Pino Montano. Y no hace ninguna falta aclararlo porque, en la primera parte del taller, antes del descanso, Mercedes ya ha demostrado tener la cabeza muy bien amueblada y no perder en ningún momento el hilo de cuanto se está tratando.

“¡Me han dicho que tiene usted 19 años!”, le digo andando hacia ella. “¡Sí, ya quisiera!”, responde. Y levantándose de la silla que ocupa y bajando la voz, con una mezcla entre tímida confidencia y, ¿por qué no?, una cierta presunción, dice: “cumplo 91 el mes que viene”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y es que es para presumir. Su aspecto físico parece inmejorable para quien acumula ya nueve décadas de vida; y sus observaciones durante el taller demuestran su plena consciencia de las claves de la sociedad actual. “Mira si he vivido, que siendo sólo una niña estaba yo cuidando a mi padre, que estaba enfermo de tuberculosis”, comenta. Y el monitor, visiblemente orgulloso de contarla como alumna del centro, insiste en que debería escribir sus memorias. “Puf, es que si yo me pusiera a escribir tendría para hacer un libro así”, dice señalando con las manos el grosor de un imaginario montón de páginas de la memoria. Y entre esas páginas, su marido, que murió hace años. “Me casé con un hombre que me trató fenomenal porque era bueno, bueno”, recuerda con nostalgia.

Mercedes tiene un cierto parecido con mi propia abuela. Hasta en su peinado y sus gestos y, sí, también en su inquietud por saber lo que pasa en el mundo y poner su puntilla, su comentario ante cualquier noticia. Mi abuela subrayaba cada día los artículos que le llamaban la atención del Diario de Jerez. En el caso concreto de Mercedes, sus tardes van de Andalucía Directo a Pasapalabra. “Me gusta mucho que me cuenten lo que pasa en Andalucía, que eso lo hace muy bien Canal Sur, porque mira, en el García Morato (nombre antiguo del Hospital Virgen del Rocío) hacen unas operaciones muy importantes con unos médicos que son buenísimos, pero ¿quién te cuenta eso? Pues si no lo cuenta Canal Sur, no lo cuenta nadie. Y también me gusta aprender cosas; por eso yo lo único que veo de Telecinco es Pasapalabra”.

Pero no es que se pase el día sentada en el sofá viendo la tele. En absoluto. Su agenda es casi como la de un presidente… aunque no como Rajoy, que “ése dice muchos embustes”. A sus 91 años, Mercedes confecciona trajes de flamenca y arregla todo tipo de ropa, así como cortinas, faldillas para la mesa camilla y hasta sábanas. Además, cada noche lee un par de capítulos de la novela que en ese momento haya caído en sus manos, y que en este momento es “El amor en tiempos del cólera”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Más cosas… Vive sola, dado que su hija reside en Marbella. “Pero yo voy a verla cada dos por tres; me subo en el autobús yo sola y para allá que voy”. Y en Sevilla, su agenda se completa con la gimnasia pasiva y, claro está, con sus clases en el Centro José Sánchez Rosa. “Usted no se aburre, ¿eh?”. Respuesta lacónica: “No”. “Eso está muy bien y además es que yo la veo fenomenal”, le digo. “Pues mira, así es. Y mientras siga así de bien seguiré aprendiendo y haciendo cosas”.

Quizá muchos se preguntarían por qué a la edad de Mercedes sigue acudiendo (éste es su tercer curso) al centro situado en la calle Parque Sierra de Baza y estudia cada día cosas nuevas. “Pues porque no tengo estudios y quiero tenerlos, quiero aprender cosas y quiero conocer gente muy maja como la que hay aquí o como los que venís a darnos estas charlas de vez en cuando”.

Casi diría que se ruboriza cuando le digo cuánto me alegra conocer a personas como ella, con ese interés por saber, esas inquietudes y esa apretada agenda de presidente sin embustes. Esboza un “gracias” y vuelve a su silla dispuesta a seguir debatiendo sobre Andalucía, la autonomía y el progreso social desde la humildad, pero también quizá sin querer ser del todo consciente, desde la autoridad moral que imprimen 90 años, casi 91, como testigo fiel del mundo.

 

Texto de Fernando Domínguez

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