En 1912, al amparo de la prosperidad económica y la preponderancia de la burguesía onubense, comenzó a construirse un palacio realizado por Moisés Serrano para la familia de Antonio Mora Claros.

Una casa palacio que, en 1919, fue reformado tal y como hoy la conocemos por el arquitecto José María Pérez Carasa. En su interior hay que distinguir elementos de decoración modernista que se hacen presentes sobre todo en las barandas de hierro decoradas con flores de cobre junto con una decoración de gusto clásico en yesería, tales como querubines y ménsulas. Las cristaleras que ocupan una gran parte de lo que sería la zona noble del palacio llevan motivos vegetales, paisajísticos y, de todas ellas, destacan los vitrales alusivos al descubrimiento americano. Asimismo, en el piso bajo y el primer piso, en zona de zócalo hay azulejos vidriados de decoración vegetal y animalística, donde el color predominante es el azul añil, recuperando la tradición musulmana-andaluza. Además, hay una escalinata da acceso a la planta superior, muy luminosa gracias a una cúpula, nuevamente de cristal.

En ese mítico edificio de Huelva capital, de los pocos históricos que quedan en pie por mor del terremoto de 1969, los dinamizadores Jorge Fernández y un servidor impartimos el taller La Prensa en Andaluz. Hubo libertad de expresión entre las vidrieras. Mucha participación de la veintena de asistentes, que demostraron tener un nivel cultural alto. Así, se establecieron varios debates sobre la posverdad, la manipulación de los medios y, cómo no, la independencia de Cataluña. En ese sentido, Paco trabajó siete años en Barcelona y vivió en sus carnes cómo los medios catalanes mandan un mensaje único a sus seguidores. “Hay mucha gente que se niega a hablar castellano”, sentenció.

 

«Se establecieron varios debates sobre la posverdad, la manipulación de los medios y, cómo no, la independencia de Cataluña»

 

Precisamente, Paco fue muy crítico con la programación de Canal Sur Televisión, por lo que entró en conflicto con una asistente que defendía a capa y espada a Juan y Medio. “Si no te gusta, cambia de canal o apaga el televisor”, llegó a decirle a Paco. Por otro lado, María reveló que su marido había trabajado en un periódico onubense, por lo que ella se definió como una lectora asidua del Huelva Información (Grupo Joly). Una vez más, todas las asistentes fueron mayoritariamente mujeres con la excepción de Paco.

Observé un enorme interés por comprender los entresijos del proceso informativo, una inquietud que viene de la ‘infoxicación’ a la que está sometida la mayoría de la población y del desencanto con la falta de independencia de los medios. Un amigo mío le preguntó una vez a Tom Martín Benítez: “¿Es mejor estar desinformado o sobreinformado?”. El periodista andaluz le contestó: “Hombre, siempre sobreinformado”. Un matiz: esa pregunta se la hizo hace 14 años. Si se la hace hoy día, no sé qué contestaría, pero la realidad es que mucha gente mayor se encuentra tan hastiada de la guerra mediática de políticos, periodistas, opinadores y tertulianos con los ojos inyectados en sangre que terminan por quitar el informativo y poner la telenovela de Nova. No en vano, los pocos participantes en el taller que manejan internet conocían el periódico digital Huelva Buenas Noticias, que nace con la vocación de devolver la ilusión por la lectura de la realidad a las personas que ya no podían seguir escuchando más crímenes y más casos de corrupción. En la actualidad, es uno de los más leídos de la provincia onubense.

 

«La Prensa en Andaluz puso su granito de arena para reivindicar esa memoria histórica y profundizar en la identidad periodística y social de Andalucía»

 

Por último, la mayoría se acordaba de dónde estaba el 4 de Diciembre de 1977 y están de acuerdo en afirmar que supuso un hito para la libertad de expresión en nuestra región en una época hambrienta de cultura y cansada de represión. Y, una vez más, La Prensa en Andaluz puso su granito de arena para reivindicar esa memoria histórica y profundizar en la identidad periodística y social de Andalucía, desde la Transición hasta nuestros días, dejando patente siempre cuáles son las buenas prácticas de nuestra maltratada (pero necesaria más que nunca) profesión.

 

Texto de Francisco José Núñez Barral

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