- Líderes de la izquierda española en la campaña andaluza: Errejón y Yolanda Díaz con Inma Nieto
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Los resultados electorales de este 19 de junio reflejan el fracasado experimento andaluz de más de un partido. Juan Manuel Moreno Bonilla ha ganado las elecciones de forma arrolladora, ha batido récord, ha conquistado feudos socialistas como la provincia de Sevilla y ha conseguido que su talante sereno haya ganado a las estridencias de la ultraderecha. Hay que reconocerlo, ha sido un justo vencedor. Ha hecho méritos. Entre ellos, llegar con un partido cohesionado a las elecciones mientras que otros todavía experimentaban y no precisamente con gaseosa.
Por encima de todos, hay dos fracasos del centralismo en Andalucía que deben hacer pensar a los dirigentes estatales. El proyecto amadrinado por la ministra Yolanda Diaz ha pinchado en la primera plaza. Sumar, no ha sumado. Más bien todo lo contrario. Por Andalucía ha sido un experimento fallido, un instrumento electoral que no ha conseguido sus objetivos y que tampoco ha servido para impulsar el proyecto político de Díaz.
Aunque la ministra intentó desmarcarse de la coalición de izquierdas en la precampaña, lo cierto es que fue ella quién medió para que fuese Inma Nieto (IU) la candidata. Hasta Pablo Iglesias reconoció que si la jefa lo decía, él se cuadraba. Así que solo toca reconocer que sí, que hubo injerencias y que si Por Andalucía no es Sumar, al menos sí es su proyecto piloto. Este 19 de junio era la prueba de fuego para la coalición y, tras una campaña en la que Yolanda Díaz sí se ha implicado sin ambages, el fracaso ha sido absoluto.
Cinco escaños, un grupo parlamentario cogido con pinzas. Seis partidos han formado la coalición, aunque solo cuatro aparecían en la papeleta por aquel lío del registro a última hora al que llegaron tarde Podemos y Alianza Verde. No caben ni a un escaño por partido. Eso sí, el gran vencedor es Más País Andalucía que abandonó Andaluces Levantaos para garantizarse un escaño por Sevilla sin apenas peso ni militancia en la comunidad y lo ha logrado.
Por si no fuese poco, Inma Nieto lanza la noche electoral un dardo a Adelante Andalucía porque la izquierda no puede ir por separado. Quizás, Por Andalucía debería hacer algo de autocrítica y en vez de señalar una y otra vez a la coalición andalucista liderada por Rodríguez, asumir que sin el liderazgo de ella ha pasado de 17 a cinco diputados y que, tras expulsarla del grupo parlamentario e intentar boicotear su campaña, ha sido capaz de conseguir representación parlamentaria. La izquierda pierde más cuando no hace autocrítica que cuando se divide.
Autocrítica es precisamente lo que debe hacer Yolanda Díaz. Y de paso también Iñigo Errejón. Porque Andalucía no es un laboratorio con proyección nacional, porque Andalucía tiene una realidad socioeconómica que debe ser entendida, analizada y abordada desde Andalucía. El proceso de escucha de Yolanda Díaz comenzará oficialmente el 8 de julio en Madrid. Aunque Andalucía ya ha hablado.
Como apunte, Ciudadanos, el partido que iba a enseñar a pescar a los andaluces, acaba de desaparecer del Parlamento de Andalucía y se pregunta el bueno de Juan Marín que qué ha hecho tan mal para tanto castigo.
Tampoco ha tenido buenos resultados el experimento andaluz de la ultraderecha, a pesar a haber cosechado mejores resultados que en 2018 en términos absolutos. Vox aumenta el número de escaños en dos, pasado de 12 a 14. Sube el número total de votos y el porcentaje. Sin embargo, no cumple las expectativas que se habían marcado ellos mismos. Tal y como ha ocurrido con Por Andalucía. El verdadero fracaso es no haber cumplido las expectativas propias.
La formación de Abascal mandó a la alicantina Macarena Olona a poner orden en Andalucía. Le buscaron un piso para empadronarla en Salobreña cuando se barruntaba el adelanto electoral, le pusieron a un jefe de campaña de Madrid, la vistieron de flamenca y su soberbia hizo el resto.
Afrontar las elecciones andaluzas en clave nacional por muy antiautonomías que sea el partido es un error de bulto. No comprender el hecho diferencial andaluz les ha hecho débiles. Las estridencias de la candidata han reforzado al PP. La táctica de atemorizar a la izquierda para movilizar al elector de ultraderecha ha hecho que una gran parte de los votantes hayan optado por el caballo ganador aunque la recompensa sea menor. Ahora, solo falta por ver si, el 14 de julio, Olona coge el acta de parlamentaria y si mantiene el empadronamiento en Salobreña para cobrar las dietas del Congreso de los Diputados.
A las fuerzas centralistas no les ha salido bien el experimento andaluz. De hecho, Juanma Moreno se ha tenido que desvincular de la marca del partido y ha medido las apariciones de Alberto Núñez Feijóo para no caer en el mismo error.
Si algo sale en claro de estas elecciones, entre otras cosas, es que los andaluces no quieren ser ratones de laboratorio. Adelante Andalucía, que concurría con esta idea, la de renunciar a las tutelas, ha obtenido dos representantes en el Parlamento. Ahora debe forjar y armar políticamente este concepto que nunca ha sido mayoritario en Andalucía, pero que sí ha contado con una tropa de fieles andalucistas desde la Transición.
A los fallidos experimentos les queda cuatro años por delante sin posibilidad de influir en la política autonómica, sin poder rechazar los presupuestos ni tumbar al gobierno con pinzas antinatura. Al rincón de pensar cuatro años y a darle «una pensada» que diría ella.