El podcast Hablando en andaluz analiza en su episodio Acento Acento la ‘andalufobia’ o el rechazo al acento andaluz. Para ello, contó con el testimonio del andaluz Ígor Rodríguez-Iglesias, profesor de Lingüística General de la Universidad Autónoma de Madrid, condecorado con el primer premio Tesis Doctoral de Andalucía por su estudio sobre el andaluz desde la sociolingüística crítica y la perspectiva de colonia.
Ígor parte de una premisa clara: «A estas alturas no se entiende que en la producción audiovisual se discrimine el acento andaluz». Desde su punto de vista y entendiendo las «limitaciones» que había en el pasado, Ígor afirma que no deberíamos justificar que «hoy en día» se hagan este tipo de exclusiones o caricaturas, y que quien las hace comete «negligencia, incluso con saña».
En definitiva, «no podemos disculpar, hoy, este tipo de comportamientos». Tampoco el hecho de que «nos parezca gracioso» es motivo para quitarle importancia, ya que «el humor está muy vinculado al contenido y a la presentación del contenido», es decir, «el contexto» en el que se produce la sátira, y en Andalucía «asociamos» este acento y «la forma de entonarlo» a ese género.
Ante la cuestión de si esto nos exculpa de discriminar a alguien que no tenga el acento andaluz, Ígor hace un «paralelismo» con el racismo: «El blanco no es víctima de racismo», y, por tanto, la palabra «privilegio» en este tipo de cuestiones es «muy importante». Un andaluz, continúa explicando, a veces puede llegar a llamar «saborío» a la gente centro-norteña peninsular, pero eso no «acabaría con los privilegios lingüísticos de estas personas. No puede ponerse al mismo nivel».
La «glotofobia», según Igor Rodríguez-Iglesias
En cuanto a la diferencia de experiencias personales, un andaluz podría pensar que «nunca la han discriminado», porque realmente no haya ocurrido o porque esa persona «no lo haya percibido así», pero Ígor asegura que «la lógica de inferiorización, de modo sistemático, como ideología lingüística, está ahí. Se llama andalufobia», o «glotofobia», y existe. En referencia a esta lógica, Ígor ha estudiado el caso del personaje de Buzz Lightyear en Toy Story 3, quien en un momento de la película se «avería» y comienza a hablar en andaluz, provocando una situación de discriminación o de ridiculización evidente. Por tanto, estos ejemplos demuestran que desde el «privilegio» se ostenta «la hegemonía de producción y circulación de los discursos: la escuela, el doblaje y los medios de comunicación». Es una «coloniedad lingüística». Sin embargo, a los que poseen este privilegio no se les puede llamar «opresores» en tanto que no oprimen «conscientemente», pero «deben aprender que sus privilegios» efectivamente tienen ese efecto.
El hecho de que una persona sea excluida e la «ecuación social» porque a «otras les han metido en la cabeza que su forma de hablar no debe ser escuchada o es menor» es, como explica Ígor, un problema «educativo». De hecho, una persona que «cecea», por motivos de procedencia, «no es vulgar», y puede, sin ningún tipo de problema, expresar un contenido científico porque el ceceo es sólo «un hábito, una norma» de un lugar en concreto. «Todas las variedades lingüísticas son funcionalmente iguales».