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En la antesala del Día Mundial del Flamenco vio la luz la obra póstuma del flamencólogo y exdirector de la Bienal de Sevilla Manuel Herrera Rodas, Flamencos. Viaje a la generación perdida (Almuzara). Se trata de la puesta en limpio de una treintena de entrevistas, más bien conversaciones distendidas y profundas, con figuras del flamenco orilladas de los circuitos habituales del cante, el toque y el baile. «Hombres y mujeres del mundo del flamenco que habían sido fundamentales en su tiempo, pero que, por las circunstancias políticas, económicas o sociales, la afición había ido dejando aparcados en el rincón del olvido, sin otra cobertura que la caridad o la beneficencia municipal», dejó escrito Herrera Rodas antes su muerte, hace ahora casi dos años.
Este libro es el último acto de amor al flamenco de Manuel Herrera que se entregó en cuerpo y alma durante su vida a dignificar esta expresión cultural andaluza. Esta obra comenzó a fraguarse en 1982 cuando Herrera empezó a recoger los testimonios de artistas. «Propiciaba encuentros que solían prolongarse durante muchas horas», recordaba su hija mayor, Carmen Herrera, durante la presentación de la obra póstuma este pasado 15 de noviembre en Sevilla. A las entrevistas acudía con amigos del artista y con algún cómplice que propiciaba el acercamiento.
Casete y cámara en mano
Herrera siempre llevaba una grabadora de casete y una cámara fotográfica. Registraba las conversaciones y fotografiaba a los protagonistas. Además, captaba las tertulias y cantes que se producían alrededor de la reunión. En este registro oral y fotográfico se aprecian muchos matices de la sociedad de aquellos tiempos.
Carmen Herrera expresó durante el acto que «él no fue consciente en toda su dimensión del material que había reunido, pero casi sin darse cuenta había atesorado un registro irrepetible que contenía el legado de una generación orillada por las circunstancias, pero que a su forma había escrito la historia de lo que hoy conocemos como flamenco». La tarea de reunir todo este material quedó pospuesta durante tres décadas, pero siempre se mantuvo muy firme en este propósito por su compromiso de dar voz a esta generación perdida del flamenco.
Durante el confinamiento, con tiempo y tranquilidad, comenzó a dar forma de libro a todo ese material documental que había recopilado durante años, «culminando así su vida de dedicación al flamenco», apuntó su hija. «Lamentablemente no pudo ver publicado este trabajo que dejó casi terminado y que pudimos retomar gracias al impulso y apoyo de Antonio Zoido». También destacó el compromiso de la editorial Editorial Almuzara, de la Fundación Machado, la Fundación Blas Infante y la Federación Provincial de Sevilla de Entidades Flamencas.
Un libro en andaluz
Manuel Herrera confió en Chari Acal y Francisco José Cruz la corrección fonética y estilística. «Han sido fundamentales en el trabajo. Han cuidado del texto con lealtad al deseo de mi padre. Han trabajado el texto con delicadeza y esmero transcribiendo dentro de lo posible algunos rasgos distintivos del habla andaluza, sin forzar la sintaxis española y consiguiendo que la expresión oral en andaluz fluya con naturalidad y viveza a lo largo del relato».
El prólogo del libro ha corrido a cargo de Antonio Zapata, amigo personal de Herrera y expresidente en la Peña Flamenca El Taranto. Fue la única persona a la que Herrera fue enviando los capítulos una vez que los iba teniendo armados. «El amor al flamenco y la justicia social los unió para siempre». Zapata afirma en el prólogo que «el conocimiento que tenía Manolo del flamenco era tan completo que se podría calificar de erudición, sino fuera porque no lo exhibía, sino que se transparentaba en su forma de contar».
Algunos de los entrevistados fueron famosos en su época como El Sevillano, Ángel Álora o Manolo Fregenal, pero en los años en los que se desarrolla la entrevista muchos están ya olvidados, explica Zapata. Otros como Curro Mairena, La Piriñaca o El Perrate no fueron tan conocidos. «Este hermoso legado, que no ha tenido tiempo de entregarnos personalmente por poco, es una impagable deuda que tendremos con él, ya para siempre», concluye Zapata.
Manuel Herrera Rodas
Manuel Herrera Rodas (Casariche 1937-Los Palacios 2020), a lo largo de toda su vida mantuvo el más alto compromiso con Andalucía y con sus gentes y, de manera especial con el flamenco, dedicándole su tiempo y su esfuerzo de forma participativa, ya fuera incorporando a sus alumnos a esas tareas en el colegio que dirigió durante décadas, o a los artistas, intelectuales y compañeros en campos diversos de la cultura.
En ese clima, vio la luz la revista Sevilla Flamenca, de la que fue creador, articulista y director hasta su número 100, Andalucía, alfares y cerámica, exposición, inventario y publicación realizados con los jóvenes de su centro escolar, A la sombra de la Alameda, vida y obra de Eduardo de la Malena, Andalucía: tierra hombres y afanes, Del flamenco a todas las músicas (libros de textos para todas las etapas de Educación Infantil y Primaria). Con ese talante confeccionó el elenco de alfares de toda Andalucía, dirigió y levantó la peña El pozo de las penas, impulsó la creación de la Bienal de Flamenco, que más tarde dirigió a lo largo de tres ediciones, dotándola de las características que la han convertido en un evento mundial, dirigió el ciclo Conocer el Flamenco de la Fundación Cajasol durante 29 ediciones ininterrumpidas, así como Los Jueves flamencos, también de Cajasol, durante los 19 años de su andadura, siendo la primera programación estable de Flamenco en la Ciudad de Sevilla.
Estuvo en el centro de la Iteaf, institución que fue decisiva para acabar con la desprotección económica y social de muchos artistas mayores, circunstancia que propiciaría el nacimiento de la presente obra, el último trabajo del Hércules que fue Manolo Herrera. Galardonado con la Cruz de Alfonso X en 1983, en 2021 fue declarado Hijo Adoptivo de Sevilla. El pregón de la XXI Bienal de Flamenco, pronunciado poco antes de su muerte imprevista, es un testamento sentimental que encierra su amor por el flamenco y Andalucía.