La serie documental ‘Arqueología de lo jondo’ ha llegado esta semana a la pequeña pantalla. El profesor y activista andaluz Antonio Manuel Rodríguez dirige este audiovisual junto a José Antonio Torres, y es autor del libro ‘Flamenco. Arqueología de lo jondo’, editado por Almuzara.
– Escarbar en las raíces profundas del flamenco supone un verdadero ejercicio arqueológico; la procedencia de los cantes de su historia no se había hecho hasta ahora desde esta visión etimológica y cultural, ¿estaba hasta ahora incompleta, esa historia del flamenco?
Creo con sinceridad que no se había hecho el mismo trabajo y ni con el mismo rigor científico sobre la palabra del flamenco. Creo que al bucear en el origen etimológico encuentras algo maravilloso, y es que quienes han puesto nombre al flamenco son los pueblos que lo han parío. Eso confirma dos cosas: en primer lugar, que las raíces de lo flamenco se encuentra en el mestizaje de los pueblos andaluces, y por otro lado, que las palabras pre existen a lo que hoy entendemos como flamenco, es decir, que el flamenco ha hecho suya todas estas expresiones que además pertenecen a tres familias muy claramente diferenciadas. Una vinculada con la marginalidad, desde la propia palabra flamenco, otra vinculada a la música, y la tercera, vinculada a la espiritualidad. En efecto, era un campo en el que había que investigar y en el que hay mucho todavía por hacer.
– ¿Puede entenderse el flamenco sin las condiciones en que vivió el pueblo que lo cantaba?
El flamenco está hecho de vida porque nació para sobrevivir.
Y porque lo parió un pueblo superviviente, un pueblo resistente y resiliente que es el nuestro. Es imposible entender lo flamenco sin mirar las condiciones de vida del pueblo que lo vio nacer, que lo ha engendrado. Para mí son condiciones indisociables. De hecho, cualquier aproximación que se haga el flamenco no puede hacerse como si fuera una cómoda, por cajones separados, tiene que ser una visión interdisciplinar, holística, que tenga en cuenta la musicología, la etimología, la historia, la memoria y la etnografía. No tener en cuenta las condiciones de vida de un pueblo especialmente marginado al que se le quitó todo menos la dignidad y la memoria, es ponerse unas vendas para no ver la realidad.
– Por sus propios orígenes, el flamenco estaba condenado a ser un cante de clandestino. ¿Fue lo único que no se pudo controlar, que no se pudo prohibir?
Yo pienso que en el flamenco se encuentran muchas de las claves de un pueblo que se negó a olvidar. Además, muchas de estas condiciones que se mantuvieron en la memoria tienen que ver con aspectos muy peligrosos, como fue la religiosidad popular perseguida por la Inquisición, músicas que evocaban a otros tiempos igualmente perseguidos, con condiciones muy marginales abominadas por los poderosos… En consecuencia, hay mucha clandestinidad en lo flamenco, no tanto porque pertenezca a ese período hermético, del que se desconoce, sino por su propia obviedad. Yo creo haber descubierto en la etimología de muchos de los cantes flamencos que, al estar tan íntimamente vinculado a la religiosidad popular, a la liturgia de otras confesiones, o a la musicalidad perseguida, es evidente que las primeras generaciones quisieron ocultarlo, y es por eso que las siguientes generaciones lo hicieron de la misma manera, pero sin saber el porqué. Para mí es fundamental colocar esa clave de bóveda, porque revela no solamente este universo oscuro, hermético e hibernado de lo flamenco, sino porque nos revela nuestra propia alma como pueblo.
– ¿Cómo deja de ser clandestino el flamenco y pasa, de ser esa cultura maldita y perseguida, a convertirse en algo universal?
El flamenco se hace universal porque cualquier ser humano se identifica inmediatamente con la alegría y el dolor que lo contiene.
Ahora, el proceso de cómo llega hasta el aire, para que todo el mundo pueda respirarlo, es un proceso complejo. Yo creo que hay una primera fase que tiene que ver con la abolición de la Inquisición. En el momento en que se prohíbe la persecución de lo distinto, el flamenco deja de ser, por lo menos para quienes lo cantan, objeto de persecución. Se pierde, de alguna manera, esa condición de peligrosidad que se tenía en la memoria, sin saber exactamente por qué. A partir de ahí, el proceso está muy estudiado por la Flamencología. A pesar de que surgiera desde la marginalidad, llega a los café cantantes, la Ópera Flamenca en el romanticismo lo pone de moda y llega un momento en que incluso el exotismo que desprende colabora para que salga de lo clandestino y se coloque en un espectro público. Después, la propia creatividad flamenca, que es capaz de amoldarse a cualquier estructura musical, ha hecho que cale en cualquier estilo y que sea capaz de ser escuchado por cualquier persona en cualquier parte del planeta. Eso es lo que lo hace esencialmente hermoso y universal. El hecho de que se cante o se baile en Méjico o en Japón, en China o en Rusia no le desprende de su raigambre andaluza; su madre es Andalucía, pero sus hermanos son universales.
– En más de una ocasión te he escuchado decir que el flamenco fue un viaje de ida y vuelta: de ida con el exilio de tanto gitanos, y de vuelta cuando muchos deciden regresar a su tierra. ¿Es aquí donde empieza el flamenco más parecido al que conocemos hoy?
El flamenco es una música mestiza, de las tres orillas, en la que se mezclan por un lado los viajes de retorno de los gitanos después de la prisión, teniendo en cuenta que ya la gitanidad había hecho suya o había racializado todas las músicas marginales -que ya contenían la de los negros curros y la de los moriscos perseguidos-. Todo ese magma «de perseguidos» se gitaniza y se pasea prácticamente por toda la península. A partir de ahí va mamando de otras músicas, y cuando regresa, lo hace con una porosidad enorme que contiene musicalidades de toda la península. A eso hay que añadir las musicalidades de ida y vuelta que mantuvo, especialmente, con América. Como digo. fue un viaje de ida y vuelta permanente, no es que estemos esperando a que regresen. Esto lo han afirmado historiadores como Fernando Ortiz o Antonio García de León, tanto en Méjico como en Cuba. Nosotros fuimos capaces de exportar unas musicalidades que permitieron el intercambio con los aborígenes del otro lado de la calle de agua, tanto en África como, especialmente, en América. Todo ese caldo de cultivo de ida y vuelta permitió lo que hoy conocemos como el flamenco.
– De alguna manera, el flamenco, por sus orígenes, es un canto rebelde, pero, ¿no ha perdido hoy esa rebeldía?
Yo suelo decir que el flamenco es la herejía del poder, porque nació por y para la rebeldía. No hay mayor rebeldía que el negarse a olvidar frente a quienes te imponen que olvides, como tampoco hay mejores ejercicios de resistencia que la memoria, porque la memoria es el arma que tenemos los débiles frente a los poderosos que intentan imponer el olvido. Por definición el flamenco es rebelde. Ha ejercido esa rebeldía de forma explícita en muchísimas oportunidades a lo largo de la historia: lo hizo en la Guerra de la Independencia, y en la Segunda República. En todas las revoluciones, ganadas y perdidas. Y lo hizo, por ejemplo, en el proceso autonómico andaluz, en ese despertar de Andalucía. Es verdad que en los últimos años ha perdido un poco de esta rebeldía, no tanto en lo musical -donde yo creo que el flamenco sigue siendo muy rebelde, incorporando nuevas musicalidades-, pero en las letras sí que he echado en falta ese guiño y esa esa rebeldía, por ejemplo, de los Gerena, de los Moreno Galván… El flamenco cantaba contra la injusticia de quienes morían en la mina, y hoy tienen que cantar contra los injusticias de los quienes son desahuciados. Yo creo que hay unos problemas actuales en Andalucía a los que el flamenco no le pueda dar la espalda, porque sería traicionarse a sí mismo.
– En el flamenco habrán cambiado muchas cosas en tanto tiempo, pero dices que hay algo que se mantiene, y es que siempre se ha cantado en andaluz y de memoria
Un símil muy revelador de lo que es el flamenco es por ejemplo, la moda. Cuando tú ves un típico traje regional de cualquier otra parte del Estado, ves que está completamente fosilizado, es decir, el traje de fallera es el mismo hoy que el de hace dos siglos. O el traje de lagarterana, pero los trajes de flamenca cambian cada año; lo mismo le pasa al flamenco. Pero hay un intangible, un elemento que hace que sea plenamente identificable. Su raíz andaluza es lo más importante, entendiendo que Andalucía no es esa frontera de Despeñaperros para arriba, tenemos una lengua que compartimos con Extremadura o con Murcia, la compartimos con quienes han sufrido traumas similares y mecanismos de resistencia popular muy similares. El flamenco se canta en andaluz, da igual quien lo cante, y siempre se dirá «he perdido el sentío». Eso confirma otra evidencia y es que nuestra lengua materna, el andaluz, es también la lengua flamenca y, es distinta del castellano. Cuando uno ve las letras, que ya escribía Demófilo hace prácticamente dos siglos, las escribe en andaluz, porque no puede escribirlas en castellano, entre otras cosas, porque no podrían cantarse así. En efecto uno de los intangibles de lo flamenco es que se canta en andaluz, y el otro, que el el creador del flamenco siempre será el pueblo. Existe una criba permanente de las letras de la música, que hacen que de generación en generación pasen las más populares, y por supuesto, las más sublimes. El pueblo es sublime en su creación, como decía Manolo San Lucas.
– Esclarecer la historia, las fuentes, las raíces del flamenco, ¿es ahondar en esa identidad de Andalucía? ¿Descubrir, verdaderamente, de qué va esto de ser andaluces?
La serie arqueología de los fondos no es una réplica del libro. Sí en esencia, pero Arqueología de lo jondo, en su planteamiento literario, es un ensayo poético lírico, cargado de riqueza sobre la etimología de lo flamenco adentrándonos en un estudio interdisciplinar que abarca desde el sufismo, hacia la historia, la antropología, etcétera. En la serie procuramos, tanto José Antonio Torres como yo, que fuese coral y que pudieran intervenir muchísimos especialistas y artistas que fueran más accesibles a un pueblo general, y que lo que pudieran ver es algo tan obvio como que si el flamenco es el fruto de de muchas culturas será porque estas culturas también son la causa y la consecuencia del pueblo que lo canta que lo baila. En efecto, adentrarnos en los manantiales de lo flamenco es adentrarnos en los manantiales del alma andaluza, porque son la misma cosa. La voz del pueblo andaluz es el flamenco. Conocer la anatomía de esa voz es conocer la geografía y la radiografía del alma de nuestro pueblo. Yo creo que ese es el espíritu de la serie y del libro, pero se corresponden a dos fórmulas diferentes: el libro se queda más en la etimología de lo flamenco, mientras que la serie intenta ahondar en otros aspectos, incluidos, los musicológicos, el baile, la memoria de los gestos, y además tiene joyas como la entrevista póstuma al maestro y amigo Manolo San Lucas, con el que compartía la Hermandad en el dolor andaluz, y que simplemente escucharlo es como quedarte absorto, porque tocaba como como un dios, pero hablaba por martinete.