Vamos a la tan constitucional Cádiz para hablar de Periodismo y Libertad y nos enteramos allí de que el Congreso levanta el secreto sobre el asesinato de García Caparrós, 40 años después. ¡Viva La Pepa!

 

No ha podido ser más significativo el aterrizaje de La Prensa en Andaluz en la trimilenaria ciudad de Cádiz. No solo porque lo hemos hecho mientras nuestro país debate la conveniencia de su actual Constitución, 39 años después de haber sido aprobada para impulsar el período de sosiego más largo de nuestra Historia, y mientras Cataluña le echa un pulso a la propia Historia de todos la víspera del día en que se cumplían 525 años del descubrimiento del Nuevo Mundo con España como visagra desde el Viejo Mundo, sino porque toda esa emocionante efeméride plural la celebrábamos sin apenas percibirlo en la ciudad donde se proclamó la primera de nuestras Constituciones, La Pepa, la del 19 de marzo de 1812 (festividad de San José y por ende de Josefa, Pepa…), cuya señalada fecha ha terminado por bautizar al flamante puente por el que entramos y salimos de aquella isla de la Democracia mientras a Napoleón lo invadía su propia agonía expansionista y nuestro propio rey, Fernando VII, tal vez el peor de todos, amasaba la idea de tanta regresión…

En aquella primera Constitución, la madre de todas las demás -incluida la actual-, se incluía ya la clave sobre la que gira el Periodismo moderno del que intentamos con este programa suscitar una mirada crítica. Decía el artículo 371 de La Pepa: “Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes”. Casi nada: libertad total, claro que sí, pero con sujeción a las leyes que nos demos entre todos. Eso se escribió más o menos donde estábamos este jueves, en el corazón de Cádiz, hace 205 años, que se dice pronto, y aunque los efectos de aquel espíritu liberal no se dejara notar entonces, porque volvieron a triunfar las caenas que al resto de España parecían inspirar mucho más, tras el regreso del último rey absolutista, aquel texto creó un precedente imborrable no solo en nuestro país, sino en media Europa, consolidando así el nacimiento de una nueva legislación sobre las brasas de la Revolución Francesa…

Contamos otras efemérides, como la del 40º aniversario de otra Revolución, la que sacó a las calles de Andalucía a casi dos millones de personas en busca de una identidad que la Historia de los poderosos se había encargado de deshilachar, el 4 de diciembre de 1977. Aquella jornada, sin que ningún español lo supiera aún, faltaba exactamente un año y dos días para que naciera una Constitución para la Democracia, pero también se cobró una víctima en una de las manifestaciones multitudinarias que tuvo lugar en Málaga: Manuel José García Caparrós, un joven tiroteado por la policía al que, cuatro décadas después, la Democracia sigue sin haber hecho justicia. Sería porque estábamos en Cádiz precisamente, o porque otros en el Norte -de los que en su momento no habrían preferido café para todos- tienen pensadas revoluciones con minúsculas con el ancho de su propio embudo, pero se nos ocurrió el título de este artículo: no podemos perder el Sur. No debemos.

Y entonces se abrió una grieta esperanzadora -casi milagrosa- para ello, porque fue entonces cuando nos enteramos de la noticia del día: que el Congreso de los Diputados ha levantado el secreto sobre el asesinato de García Caparrós. La Mesa del Congreso acordaba, precisamente mientras estábamos en Cádiz hablando de Periodismo, Libertad y Autonomía, “autorizar la consulta de la documentación secreta” de las actas de la comisión de investigación que indagó en la muerte de Manuel José García Caparrós, si bien solo ha concedido la autorización de acceso a dichas actas a la diputada malagueña de Izquierda Unida en el grupo de Unidos Podemos Eva García Sempere. Por algo se empieza.

 Texto de Álvaro Romero Bernal 

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