Urna electoral. EA

De todo proceso electoral se puede sacar un aprendizaje. Si nos centramos en Andalucía, los comicios en Euskadi también pueden arrojarnos algunas ideas para nuestro futuro, ya que nuestro presente como nación andaluza está totalmente empantanado por el absolutismo pepero del moderado suavón Moreno Bonilla. Mientras tenemos una nueva ocasión para girar el timón de nuestra comunidad, vayamos tomando notas de lo que sucede alrededor. aún sabiendo que ninguna realidad es igual a otra y, especialmente la vasca, que parte de una historia y una actualidad con términos diferenciales muy extremos ante las andaluzas.

Primero, la tensión sociopolítica que venimos viviendo desde la famosa moción de censura de Pedro Sánchez, en la que el Congreso de los diputados se vio dividido casi perfectamente a la mitad, con la leve inclinación a la izquierda, que le hizo Presidente, se mantiene. Las dos citas electorales estatales que se han dado desde entonces, han dividido geométricamente la torta del electorado en dos, esquivando las mayorías absolutas del órgano legislativo principal y, por tanto, del gobierno de España. Por el contrario, buena parte de los parlamentos autonómicos y de los plenos municipales de las grandes capitales, gozan o sufren una mayoría absoluta de la derecha, al igual que el poder judicial y el mediático. La bronca está servida. Sin embargo, esta situación de conflicto conlleva un hecho positivo: la movilización política y el freno del abstencionismo electoral. Se acabaron los tiempos tibios en los que hablar de política no estaba de moda y era cosa de pesados cuñados, que la respuesta era muchas veces un «no entiendo de política» a cualquier pregunta de la actualidad o que muchos ni íbamos a depositar la papeleta al no sentirnos representados o, simplemente no querer jugar al bipartidismo gemelo. La participación en general ha subido, las opiniones son inevitables en la calle, el trabajo y la familia y la abstención en el País Vasco ha bajado, quienes votaron ha sido el 62,52%, el mejor dato en las últimas tres citas electorales. Si se confirma la tendencia, de confrontacion y de aumento de votantes, y se extrapola a Andalucía, no podemos preenjuiciar que todo va a quedar igual, que las papeletas van a ser las de la gente fiel a sus partidos y que se repetirán los resultados. Todo puede cambiar, la indecisión o quienes deciden en los últimos días puede hacer inclinarse la balanza a uno u otro lado o dar, aumentar o disminuir representación a un partido, contra lo vislumbrado por los sondeos. Hay que pelear por el voto hasta el último minuto, puerta a puerta, persona a persona.

Segunda conclusión: sigue avanzando la reunificación de la derecha españolista en el PP, no lo suficiente para hacer desaparecer del Parlamento vasco, manteniendo su solitario escaño, a VOX, pero sí para absorber completamente a Cs (¿se acuerdan de ese partido?), por lo que, si sucede algo similar en Andalucía, podemos tener PP per secula seculorum, pero además no vamos a poder distinguir la ultraderecha de la derecha o del centro, pues, aunque nunca fue real ese matiz, siendo el mismo perro con distinto collar, la diferente imagen que querían dar ya no será necesaria, aunándose en el mismo y beneficiándose de la ley electoral.

Otro aprendizaje es que, sin hacer propuestas creíbles, ofrecer experiencias positivas, mostrar mejores resultados o programas ilusionantes los partidos de derecha, que mantienen el status quo, PNV y PP en Euskadi, PP y Vox en Andalucía, seguirán beneficiándose de la ola o fase conservadora, el movimiento pendular hacia las políticas neoliberales y ultracapitalistas que iluminan a éstos y a las que se ven arrastrados otros, pensando que así se garantizan su continuidad, como el PSOE o Sumar. El PNV, conservador, de derechas, mantendrá el gobierno, con la

complicidad y connivencia del PSE, pero su caída ha sido apreciable y, casi, vergonzante, pues el desgaste de los años de gobierno es mucho pero la conexión, casi ósmosis, con los grupos de poder del territorio es total.

No ha habido caída ni frenada como se esperaba del PSE, más bien un revivir, como balón de oxígeno, aumentando un poquito el apoyo electoral hacia las opciones españolistas, sin hacerle demasiado daño ni el apoyo mutuo con el nacionalismo vasco, a izquierda y derecha, ni el caso Koldo (nombre que evoca permanentemente su origen) ni el extraño argumento del PP de que “ha beneficiado a la izquierda abertzale”, pues nadie beneficia a su oponente electoral, más bien al contrario. En Andalucía no fue así en las anteriores elecciones autonómicas ni municipales ni estatales, ¿será en las siguientes?

Lo que sí ha sido una debacle sin freno, como predecían las encuestas, ha sido la de la izquierda centralista, por desunión, por falta de credibilidad o por incapacidad. Ni el escaño de Sumar ni la cercanía en número de apoyos de Podemos al curul soñado, libra a la izquierda confederal (como le llaman ahora) del fracaso. Si el PSOE sigue necesitando una izquierda que le apoye, que le auxilie o le sirva de muleta, éste puede ser el principio del fin de una alternativa mínimamente progresista, dejándole el paso libre y expedito a la derecha más recalcitrante, privatizadora, excluyente y antidemocrática. No puedo evitar recordar a Milei, Trump o Ayuso. En Andalucía ya lo estamos viviendo y, si socialistas y comunistas (o sumaristas o podemitas o como se llamen las izquierdas estatales), no ofrecen un programa que mejore la vida cotidiana de las mayorías (ahora recuerdo a Anguita con su «programa, programa, programa»), en vez de querer nadar en las aguas templadas del sistema, las políticas públicas y sociales tendrán que esperar mucho mucho tiempo para llegar, con los daños acrecentados hasta ese momento.

Como sucedió en las elecciones gallegas, aún no siendo suficiente para formar gobierno, ante el más que posible continuismo PNV/PSE, el soberanismo de izquierda se va asentando, aumentando el apoyo electoral, presto para saltar al poder con los votos suficientes, aunque no en esta cita.

Quizás en Andalucía estemos lejos de ello, pero es el momento de las alternativas populares identitarias desde un nacionalismo social e incluyente. Y éste es el último de los aprendizajes de esta reflexión, aunque seguro podrían señalarse muchos más: la propuesta soberanista de izquierda se hace atractiva y generalizable, casi transversal, cuando se presenta clara y directa en sus mensajes, a la vez que flexible, moderada y alejada de opciones violentas, como si de un olvido histórico se tratara, en lo interno, aunando sensibilidades diferentes y matices diversos, pero en la confluencia de una sola marca electoral. ¿Para cuándo en el andalucismo de izquierdas?

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