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La mayor parte de las enfermedades son provocadas por llevar un ritmo de vida poco saludable, según indica la propia Organización Mundial de la Salud. La mala alimentación no solo afecta a la salud de las personas, sino también es nociva para el medio ambiente, lo que supone un gran impacto social, ambiental y económico.
En muchos casos, las decisiones que tomamos cada día como personas consumidoras y usuarias tienen como consecuencia que se fomenten, por ejemplo: la agricultura y ganadería no sostenibles, el aumento de la emisión de gases de efecto invernadero, un excesivo consumo de agua, el desperdicio de alimentos o un mal aprovechamiento de los recursos naturales.
Evitar el desperdicio de alimentos
El Objetivo número 12 de la lista de Objetivos de Desarrollo Sostenible recoge, precisamente, la pérdida y desperdicio de los alimentos, lo que da muestra de su importancia. Dicho propósito define el compromiso para 2030 de reducir el desperdicio de alimentos por parte de las personas consumidoras, así como las pérdidas de productos en las cadenas de producción.
Los hogares son los lugares en los que se lleva a cabo un mayor desperdicio de alimentos. Es importante que las personas consumidoras tomen conciencia sobre ello, dadas las consecuencias medioambientales, sociales y económicas a la que pueden conducir sus decisiones.
Para evitar la pérdida de alimentos en el hogar se pueden adoptar pautas como: planificar el menú semanal, revisar la nevera regularmente, acudir al supermercado con una lista de la compra de los alimentos que realmente se necesitan, hacer pequeñas compras con más frecuencia en lugar de concentrar la adquisición de productos alimentarios en compras masivas, apostar por productos de proximidad y de temporada, leer bien el etiquetado así como su fecha de caducidad o consumo preferente, conservar adecuadamente los alimentos, y racionar y no preparar más comida de la necesaria.
De igual manera, los establecimientos de restauración también poseen una gran responsabilidad en cuanto al desperdicio de alimentos. Para ello, se recomienda racionalizar el consumo desde la compra de los productos hasta el momento de servir a la clientela y establecer medidas para evitar su desperdicio, como ofrecer llevarse la comida sobrante al domicilio, valorar la donación a bancos de alimentos o participando en aplicaciones móviles que ofrecen a la ciudadanía la comida sobrante a precios atractivos.
El cuidado de la higiene
Otro aspecto importante en la alimentación saludable y responsable es la higiene de los productos que tomamos. Algunos aspectos para tener en cuenta son: lavar la superficie que entra en contacto con los alimentos, lavar correctamente la materia prima que utilizamos para cocinar y no mezclar alimentos crudos y cocidos al manipularlos para evitar la contaminación cruzada.
Nuestras manos y utensilios deben estar limpios. La exigencia de higiene, por parte de las personas consumidoras, es fundamental tanto en la compra de alimentos como en los establecimientos de restauración. Concienciar a las personas consumidoras supone el primer paso para conseguir el aprovechamiento completo y responsable de los alimentos que adquirimos.